Esta expedición la estábamos esperando desde algún tiempo. La montaña hace rato que llama a mi sobrino; Franco Quintana, por lo que estamos saliendo juntos cuando podemos y esta vez, fue una de aquellas. Ya habíamos intentado la ruta una tarde borrascosa hace un par de semanas, pero la poca luz y los pies congelados por el agua en las dos cruzadas del estero Los Hualles; nos hizo volver antes de que nos encontrara la noche.
Esta vez, cruzamos la primera parte del cause en jeep. No fue menor, la hermosura del paisaje y lo agreste de la huella, hacía que la conducción variara entre observaciones y cuidados para no maltratar tanto las bicicletas. Cada vez nos sumergíamos en ese mundo de Hualos y Quillayes, Coihues y Mañios tan propios de la Cordillera linarense. Hasta que llegamos al primer vado. No quise detenerme a analizar el camino, simplemente cruce, tratando de acelerar suavemente y salir airoso en la ultima parte, pues era la mas compleja.
Una vez superdo el líquido obstaculo, continuamos por una senda igual de húmeda, a ratos fondo de río, por las vertientes desbordadas, otras, un suave pero estrecho lomaje. Finalmente llegamos al segundo vado.
Una vez superdo el líquido obstaculo, continuamos por una senda igual de húmeda, a ratos fondo de río, por las vertientes desbordadas, otras, un suave pero estrecho lomaje. Finalmente llegamos al segundo vado.
En este sector, el paso del estero, para este época del año; era más profundo, y por lo mismo, más arriesgado de realizar que el primero. Por lo que abandonamos la máquina y comenzamos la aventura en nuestras bicis.
El vadeo de un río o estero siempre es un tema, no se trata simplemente de encontrar piedras que permitan el paso a pie enjuto, sino que, cuando no se cuenta con este tipo de ayuda, debemos evaluar la mejor forma de cruzar por el agua. Esto implica conocer cómo es el fondo. Si es arena y pocas piedras, se podría pensar en sacarse el calzado y caminar a paso lento hasta llegar al otro lado. Si el fondo es pedregoso y duro como en la mayoría de los ríos de la cordillera andina en Chile, se hace necesario utilizar calzado, básicamente porque aveces puede ser resbaloso o con piedras tipo guijarro, lo que hace lenta y tambaleante la odisea. No estoy contando aquí el inconveniente de la profundidad. Para el sur de Chile, en condiciones óptimas, muchas veces es fácil evaluar profundidad solo a simple vista, aún cuando esto es siempre tentativo. Si no puedes ver la profundidad, básicamente se recomienda no entrar en el agua, aún cuando el cause sea angosto y aparentemente tranquilo.
Sorteado el estero, comenzamos un rápido ascenso por el mismo camino. Pero al revisar el navegador que descargamos en los celulares, justamente para este tipo de aventuras, nos dimos cuenta que la huella oficial esta varios metros más hacia el oeste, por lo la buscamos y para nuestra sorpresa, era una muy buena senda en el bosque, algo que no esperábamos tan adentrados en el valle de los Hualles. Confeccionamos una marca de tierra (unas piedras en forma de pirámide) para reconocer el lugar devuelta y seguimos ascendiendo. Rápidamente tomamos altura y el sendero se angostó. Comenzaron a aflorar los primeros pedruscos sueltos, típicos de los caminos de arrieros.
El camino erocionado y técnico, se empinaba rápidamente, indicador de que el tramo sobre la bicicleta ya había terminado y, comenzaba el tranco al lado de la fiel compañera. Los grandes árboles en algunos sectores desaparecían y daban paso a renuevos y arboles jóvenes que, junto a añosos troncos talados, indicaban la intervención humana, seguramente para abrir el paso al ganado.
En un Pequeño claro decidimos descansar y revisar si íbamos por la ruta planificada.
Continuamos ascendiendo al ritmo que la pendiente nos limitaba.
De pronto, una vertiente que atravesaba el camino, nos dejó contemplar un paisaje de ensueño, Hermosos Arrayanes y grandes Coihues la rodeaban. Era un obstaculo en la ruta, pero un hermos obstáculo.
Superada la prueba nos enfrentamos a la parte más trabada de la pista, donde abundaban las curvas y piedras enterradas en la hojarasca. Más vertientes nos salían al encuentro y más rices y piedras se atravesaban en el ascenso. Finalmente, logramos divisar un sector que parecía la cumbre, pero no era más que una tentativa. Aprovechamos de sacarnos unas fotos antes de continuar.
Finalmente, luego de pedalear los últimos metros y ver asomarse el cajón del Achibueno en frente y desaparecer de apoco el de los Hualles en la espalda; apareció la cumbre y con ella la senda que no bajaríamos pero que nos espera para la próxima aventura.
Descansamos, tomamos aire y comenzamos a bajar, raudos, eramos parte del bosque ahora, veloces atravesamos los obstáculos y levantamos las hojas secas del invierno, como iniciando una larga temporada que promete más viajes y expediciones a estos hermosos parajes del sur de la región del Maule.
Sorteado el estero, comenzamos un rápido ascenso por el mismo camino. Pero al revisar el navegador que descargamos en los celulares, justamente para este tipo de aventuras, nos dimos cuenta que la huella oficial esta varios metros más hacia el oeste, por lo la buscamos y para nuestra sorpresa, era una muy buena senda en el bosque, algo que no esperábamos tan adentrados en el valle de los Hualles. Confeccionamos una marca de tierra (unas piedras en forma de pirámide) para reconocer el lugar devuelta y seguimos ascendiendo. Rápidamente tomamos altura y el sendero se angostó. Comenzaron a aflorar los primeros pedruscos sueltos, típicos de los caminos de arrieros.
El camino erocionado y técnico, se empinaba rápidamente, indicador de que el tramo sobre la bicicleta ya había terminado y, comenzaba el tranco al lado de la fiel compañera. Los grandes árboles en algunos sectores desaparecían y daban paso a renuevos y arboles jóvenes que, junto a añosos troncos talados, indicaban la intervención humana, seguramente para abrir el paso al ganado.
En un Pequeño claro decidimos descansar y revisar si íbamos por la ruta planificada.
Continuamos ascendiendo al ritmo que la pendiente nos limitaba.
De pronto, una vertiente que atravesaba el camino, nos dejó contemplar un paisaje de ensueño, Hermosos Arrayanes y grandes Coihues la rodeaban. Era un obstaculo en la ruta, pero un hermos obstáculo.
Superada la prueba nos enfrentamos a la parte más trabada de la pista, donde abundaban las curvas y piedras enterradas en la hojarasca. Más vertientes nos salían al encuentro y más rices y piedras se atravesaban en el ascenso. Finalmente, logramos divisar un sector que parecía la cumbre, pero no era más que una tentativa. Aprovechamos de sacarnos unas fotos antes de continuar.
Finalmente, luego de pedalear los últimos metros y ver asomarse el cajón del Achibueno en frente y desaparecer de apoco el de los Hualles en la espalda; apareció la cumbre y con ella la senda que no bajaríamos pero que nos espera para la próxima aventura.
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